miércoles, 19 de noviembre de 2008

Con destino al infierno




Me sentía como una abeja más en medio de la colmena dentro de aquel lugar, lo que en Acherus se llamaba Taberna era más bien una ruinosa edificación levantada a partir de cadáveres de diferentes criaturas ahora irreconocibles y compactadas en una masa informe que inexplicablemente daban una apariencia de solidez. Aún a pesar del tamaño reducido del local, dentro se apiñaban como podían numerosos parroquianos, tanto caballeros de la muerte tan confusos y deseosos de respuestas como nosotros, como necrófagos y otras criaturas devueltas a una especie de no-vida, como otros con distintivos de superiores, ofciales que supuestamente habían alcanzado su rango a través de muertes y otros actos no menos deshonrosos.

En una zona apartada de la barra, la cual era una sucesión de esqueletos de seres grandes y alargados incrustados sus columnas entre sí, se encontraba el que, tras unas cuantas jarras ahora vacías de ese nauseabundo licor, iba a ser nuestro guía durante nuestras primeras instrucciones en esta nueva vida. Conforme nos vió acercarnos y sin reprimir una mueca de molestia nos hizo un gesto para situarnos a su lado y recibir sus encargos, los cuales nos anunció con una voz marcada por el exceso del alcohol acompañado de un olor apestoso que emanaba de su boca infecta.

-Vosotros, maldita escoria principiante, nuestro oscuro señor, el Rey Exánime, desea que bajeis al poblado al pie de la Mano de Tyr y les deis una lección a esos miserables humanos que osan permanecer en las tierras que pertenecen de modo legítimo a Arthas. Quiero que me traigais la cabeza de su Maestro caballerizo y asesineis a todas sus monturas y animales que estén en los establos. Ah, esto debería estar hecho antes que salga el sol pues no suelo destacar por mi paciencia ante trabajos sencillos. ¿Qué demonios haceis ahí plantados con esa cara de estúpidos?, ¡largaos inmediatamente y desapareced de mi vista!, ¡Burp!.

Tras realizar una rápida reverencia en señal de sumisión y evitar importunar a Mograine, le indiqué a Lith Varenna, mi recién asignada y misteriosamente familiar compañera de instrucción, que lo mejor era retirarse y emprender la empresa que nos habían encargado con la mayor premura posible, con lo que abandonamos ese sitio recargado con cierto alivio de poder disponer de cierta libertad para poder reorganizar nuestras ideas sin preocuparnos por nuestro oficial. Lith Varenna también parecía compartir esa misma sensación al haber sufrido recientemente los primeros síntomas de las secuelas de nuestra transformación, pero no era aún consciente lo que le cuesta al alma asumir que ha perdido la vida a la cual se aferraba y lo dolorosos que eran sus últimos coletazos.

Mientras nos dirigíamos al encargado de llevarnos a tierra firme, mi mente, que desde el encuentro con Lith Varenna no había cesado de procesar, me impulsó a abrir conversación con la esperanza de resolver al menos alguna de mis innumerables dudas actuales.

-[Thalassiano]Lith... aún estoy dándole vueltas a nuestra visión conjunta y lo que ello puede significar. Me dijisteis que había sido yo quien le había hecho tal daño y en cierta manera tengo la sensación que es así, pero quisiera confesaros que algo dentro de mí lamenta en cierto modo ese suceso, no puedo explicar el motivo... sólo, quería que lo supierais por si erais capaz de arrojar algo de significado a esta locura que estamos viviendo.

-[Thalassiano].Sergerus, si bien es cierto que también albergo muchas preguntas al respecto y sobre otros temas, creo que ni es el momento ni el lugar apropiado para ello, lo mejor sería que nos centráramos en lo que nos han encomendado para evitar un nuevo castigo por parte de Mograine. Además, pensar en todo eso aún me produce dolores intensos y debo estar al máximo para cualquier eventualidad.

Ante su comentaro tajante dándome a entender que no deseaba tratar el tema, no insistí de nuevo e hice lo que recomendó, concentrar nuestros pensamientos en la misión que debíamos realizar, aparentemente sencilla pero que tratándose de humanos, siempre podría aparecer algun imprevisto. Cuando llegamos al necrófago encargado de los grifos esqueléticos, nos miró a traves de esas cuencas vacías de globos oculares y sustituídas por unas esferas luminosas que nos miraban sin ningún entusiasmo, nos señaló dos monturas y antes de llegar a acomodarnos, la criatura reanimada levantó el vuelo, que tras un corto y rápido trayecto, nos depositó en el campamento improvisado en tierra, el centro de las expediciones de castigo y resistencia contra las debilitadas fuerzas del Alba Argenta y sus aliados.

Uno de los capataces tenebrosos, que no le importaba cual era nuestro cometido pero sí sabía donde nos dirigíamos, nos indicó con uno de sus putrefactos dedos el camino que bajaba hasta el poblado, que aparentemente ahora dormía bajo el manto de la oscuridad de la noche. Con una sensación de cierta ansiedad ante la inminente derramación de sangre apresuré el paso hacia nuestro objetivo, la cual pude observar también en el rostro de Lith Varenna, que aún a pesar de la transformación había conseguido conservar en cierto modo muchas de las delicadas y bellas facciones de lo que fuera en su anterior vida, conferiéndole cierto atractivo siniestro bajo esta actual apariencia de crueldad recién adquirida. Ella me descubrió en mi análisis visual y con un gesto brusco me devolvió a la realidad, cubriendo mi cabeza con el yelmo y ocultado mi rostro ante cualquier gesto de duda e indecisión que pudiera traicionarme a la hora de la verdad. No tardamos demasiado en llegar a la puerta de lo que debía ser la residencia del Maestro caballerizo, una cabaña algo apartada del resto de casas y que poseía un amplío establo conectado a la parte posterior de la misma.

Una potente y seca patada y la endeble puerta se vino abajo en medio de un gran ruido que seguramente despertaría a todos los que dentro se encontraban, cosa que nos interesaba pues en parte uno de nuestros objetivos era causar el mayor miedo posible, pero dentro había ya gente armada con guadañas y otros utensilios que parecía que estaba esperando nuestra visita nocturna. Una sucesión de sensaciones se creó en mi mente, primero una cierta lástima al contemplar a aquellos pobres campesinos asustados y temblorosos ante nuestra temible presencia y luego... repugnancia y asco ante criaturas que no merecían vivir por su debilidad... eso me dió a entender de repente lo extraña que era está última y nueva sensación para mí. De todos modos no podía dudar, desenfundé mi arma rúnica y con un gesto indiqué a Lith Varenna que entráramos, nuestro objetivo se encontraba tras las primeras filas de defensores.

El primero de ellos, un joven impulsado por el deseo de proteger al que seguramente sería su familia, saltó hacia mi con un martillo de herrero en cada mano y proferiendo un grito que no alcancé a entender, poco importaba al instante siguiente pues mi dedo ya estaba señalando su cuerpo y rápidamente se cubrió de una capa de hielo que lo detuvo en seco en un gesto congelado de horror en su cara, para luego romperse en mil pedazos tras golpearle con el mango de mi espada. Lith Varenna por su parte, en un gesto con su mano como si apretara un corazón en su palma con fuerza, hacía que dos de ellos se encogieran en el suelo apretando sus cuellos como si dos garras les estrangularan.

El resto se apretujó entre sí aterrorizados por la rápida caída de 3 de ellos sin llegar a tocarles con nuestras armas, mi asco por su cobardía se incrementó y quise poner fin de una vez a esta farsa de misión, señalé al que seguramente sería el maestro caballerizo y concentrando mi mente lancé una ráfaga de rayos que atraparon al asustado humano y que lo atrajeron de un tirón hacia mí... detuviéndose tras un sonido de carne cortada y huesos rotos, el filo de mi espada atravesando de parte a parte tu caja torácica y haciendo de mi empuñadura un siniestro y curioso broche en su pecho, lo que me provocó una sonrisa maliciosa mientras observaba como se apagaba la vida de este despojo humano. Lith dejada llevar por el frenesí de la muerte, saltó hacia el resto y con un par de ágiles y certeros tajos, decapitó y mutiló todo lo que su hoja encontró en su camino, dejando la habitación en un profundo silencio sólo interrumpido por el gotear de la sangre del maestro caballerizo.

-Buen trabajo mi bella y letal dama, sois francamente un espectáculo blandiendo la espada. Llevémosle la cabeza de este bastardo a Mograine y abandonemos este lugar infestado de miedo.

-Vos tampoco lo haceis tan mal, aunque debo confesaros que me ha resultado demasiado sencillo... a la vez que inquietante que nos estuvieran esperando de este modo. Ahora que recuerdo, debemos terminar también con los animales.


Omitiendo su tono de alarde, tomándolo más en un sentido jocoso y con un gesto indicando a que observara, señalé uno de los cuerpos que más o menos aún conservaba gran parte de su cuerpo y un verso oscuro, invoqué un necrófago a partir de sus restos que se levantó al instante, esperando a obedecer cualquier orden por mi parte, le indiqué mentalmente su misión e invité a salir a Lith Varenna del lugar, el necrófago se encargaría y luego se divertiría con lo que pillara hasta que su magia se desvaneciera.

-Muy sutil, si señor, hay que reconocer que podeis mejorar vuestro estilo con detalles como este. Ahora volvamos antes que Mograine quiera buscarnos.

Salimos de la cabaña y un pinchazo en mi corazón me atacó de repente, no era el dolor que había estado sintiendo recientemente tras mi transformación... creo que era como un grito que profería mi alma al comprender que me apartaba de los últimos resquicios de moralidad, ética y humanidad que me pudieran quedar tras el cambio. Un atisbo de duda asaltó mi mente y de nuevo empecé a pensar si lo que hacía era lo correcto y no estaba condenandome del todo al infierno... un codazo de camadería por parte de Lith Varenna me animó a continuar caminando... pero mi cabeza y mi corazón ya no avanzaban al mismo ritmo que los acontecimientos... ni creo que se dirigían al mismo destino que mi esencia.

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